Cartas al cartero. Ranas Destacado
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Ranas
POR: PACO SANTOS
Mi insobornable amigo:
Hete aquí que el otro día, oyendo a un petulante ante un micrófono (momentos previos a una rueda de prensa), que se dirigía a los periodistas con el saludo“ ¿estamos todos y todas?”, mi paciencia acabó de agotarse.
No se me escapa que el susodicho, a buen seguro, debe mirarse complacido ante el espejo/espeja, convencido de que su desmasculinizado o despatriarcalizado o como se quiera modo de expresarse contribuye de forma ejemplar a la lucha contra la orientación machista implícita en el lenguaje.
Me gustaría hacer algunas puntualizaciones a ese (y a otros) boy scout del género:
POR: PACO SANTOS
Mi insobornable amigo:
Hete aquí que el otro día, oyendo a un petulante ante un micrófono (momentos previos a una rueda de prensa), que se dirigía a los periodistas con el saludo“ ¿estamos todos y todas?”, mi paciencia acabó de agotarse.
No se me escapa que el susodicho, a buen seguro, debe mirarse complacido ante el espejo/espeja, convencido de que su desmasculinizado o despatriarcalizado o como se quiera modo de expresarse contribuye de forma ejemplar a la lucha contra la orientación machista implícita en el lenguaje.
Me gustaría hacer algunas puntualizaciones a ese (y a otros) boy scout del género:
El pensamiento (que siempre es un acontecimiento lingüístico) apunta a lo absoluto como horizonte último. El pensamiento exige poner la parte en relación al todo. Cualquier idea, cualquier intuición, cualquier aspecto de lo real que sea objeto del intelecto, pasa inmediatamente a remitirse a una totalidad que lo abarca y le otorga sentido. No se puede reflexionar sobre un clavo sin acabar pensando en toda la ferretería, ni evitar que una ola nos remita al océano, y el océano al globo, y el globo a la galaxia... Independientemente de en qué tramo del camino queramos detenernos, o qué miras especulativas nos pongamos por delante, al pensamiento siempre lo anima un movimiento interno de lo particular a lo general. Y en lo general se trascienden los géneros. De ahí el recurso lingüístico al neutro, por mucho que a algunos/algunas les pueda parecer una concesión a prejuicios instaurados en nuestro idioma (que los hay). Puedo referirme a A. Puedo referirme a B. Pero si quiero referirme a C (en tanto que común denominador que engloba a A y a B), necesito un neutro.
Las palabras neutras no obedecen a un uso machista del lenguaje. Esos términos anfibios, esas ranitas que nos ayudan a verbalizar el salto de lo particular a lo total, son piedra angular de la gramática (como lo prueba el hecho de que el mismo pazguato al que me he referido más arriba, empecinado en reusar el neutro indecoroso, acabará recurriendo a una @ cuando no tenga más remedio).
En nuestra lengua, en todas las lenguas, hay sapos y culebras. En todas se oyen los ecos de miles de años de prejuicios (machistas sí, y judeocristianos y racistas y burgueses y eurocentristas…). Pero no metamos en el mismo saco a esas ranas, ni pretendamos depurar las aguas de nuestro idioma con usos demagógicos del lenguaje que lo emponzoñan más.
Suyo siempre, le saluda el inquilino de:
c/ El Médico de los Corderos, nº 8 (semisótano).
Puerto del Rosario.
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