Cartas al cartero. Reich Lidl. POR: Paco Santos

Cartas al cartero. Reich Lidl. POR: Paco Santos

Fiel despensero de mis palabras:

Hoy le llamo a la insurgencia. ¿Quién mejor que usted, mensajero infalible de mis cuitas, para propagar por las esquinas el desesperado llamamiento que se eleva desde estas líneas?

Están aquí, entre nosotros (y pronto estarán sobre nosotros). He descubierto su guarida. Altos, teutones, sexagenarios: se congregan todos en el Lidl.

Puede comprobarlo usted con sus propios ojos, pero cuidado: le pisarán un callo con sus pies de plomo; chocarán contra su rabadilla el armazón rígido de sus carros de combate cargados de chuletones y cerveza; le acorralarán en el pasillo de los helados hasta que fenezca por hipotermia.

Lo más aterrador, lo que más retuerce de miedo mi torrezno cuerpo mediterráneo, es la impasibilidad de estos adorables jubilados germánicos, que no sólo me arrollan sin disculparse, sino que ni siquiera reparan en mí, impertérritos ante el insecto con gafas al que emparedan entre dos espaldas ciclópeas y gratinadas por el sol.

No, amigo mío. Ni siquiera nos ven. Son los últimos nibelungos, sordos a nuestras quejas de indígenas desconsiderados con sus amos. Pronto abandonarán su confinamiento, lo sospecho. Pronto invadirán otras superficies, ocuparán las calles, nos desplazarán hacia el interior de la isla con las sutiles embestidas de sus corpachones mastodónticos.

Ahora o nunca. Ayúdeme usted a extender un murmullo de alarma, mi camarada, aun a riesgo de las represalias (yo ya he sufrido varios intentos de atropello al correr con la compra hacia mi coche). Si hemos de sucumbir al mazo de Thor, que al menos sea con dignidad.

Desde la resistencia, se despide de usted el inquilino de:

c/ El Médico de los Corderos, nº 8 (semisótano). Puerto del Rosario.

Publicado en la Revista mi Pueblo Fuerteventura Nº 68, ( http://mipueblofuerteventura.eu/index.php/noticias-fuerteventura/item/810-revista-mi-pueblo-fuerteventura-n-68) Sección Cartas al Cartero Por Paco Santos
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Cartas al cartero por: Paco Santos. Mundo selfi

Cartas al cartero Mundo selfi

POR:PACO SANTOS
Mi irrenunciable amigo:
Hete aquí que el otro día, compartiendo mesa con mi hermana Cristina en un abigarrado restaurante muy recomendable (invitaba ella), me llamó la atención algo que hizo la joven de la mesa de al lado. Le acompañaba un fornido galán, de cuya actitud cariñosa y resuelta deduje que era su novio. Habiéndoles servido el camarero un costillar con chimichurri a cada uno, de pronto la moza extendió su brazo con la soltura de Gilda en la famosa escena del guante; sólo que en vez de guante mostró al extremo de su grácil miembro un teléfono móvil, en cuya pantalla tuve ocasión de reconocer, antes del fogonazo del flash, su sonrisa cinematográfica mientras posaba junto al suculento manjar que estaba a punto de meterse entre pecho y espalda. No había sitio en el encuadre más que para ella y el costillar; ni rastro del maromo.

La cosa me dio que pensar. Desde luego, no dejaba de tener su gracia que por más que el esforzado galán prodigase sus mimos, la depositaria de sus atenciones no lo considerase digno de figurar junto a su efigie en la foto que inmediatamente después debió de colgar en las redes. Pero dejando aparte las circunstancias concretas de nuestros vecinos comensales, di en reflexionar sobre el sentido de esos autorretratos instantáneos tan de moda, tan rápidamente asumidos como un gesto natural entre todos nosotros, sea cuál sea nuestra edad, nuestro sexo y nuestra posición social.

Este mundo se ha llenado de individuos que fuerzan la sonrisa, o hacen muecas imposibles, o tratan de parecer muy dignos frente a los objetivos de sus modernos dispositivos, para saturar nuestros ojos con sus primerísimos planos, como gritando: <<¡Aquí estoy yo!>>. Y nada parece tener más importancia en el momento del clic que dejar la impronta de nuestra presencia, ya sea que tras nosotros se vislumbre la pirámide de Keops o Scarlett Johansson sorprendida de incógnito en una cafetería.

Y dígame usted, mi fiel confidente, si no es ridícula la cosa. Que no lo digo por el paripé que cada cual se monta para sacarse el selfi de su vida (fenómeno que de por sí tiene su miga), sino porque precisamente cuando uno posa ante el objetivo es cuando menos es uno mismo. Nadie se parece ni un pizco a su selfi. A ver, si no, quién narices se pasea por la calle con una sonrisa de oreja a oreja, o poniendo morritos, o ladeando ligeramente la cabeza con aires de filósofo existencialista. Nadie.

Con esto de los selfis pasa como con las autobiografías: quien quiera saber algo verídico de alguien, que no lea lo que el fulano haya escrito de sí mismo, y que consulte alguna biografía no autorizada a cargo de terceros. Pues eso, que la cara la damos cuando nos la partimos día a día para no ser engullidos por el mundo, y no cuando nos ponemos a monear ante la cámara de nuestro móvil para que los internautas contemplen qué bien nos queda el casco de la bici.

 
Visualice usted mi gesto amistoso y franco, mientras se despide el inquilino de:
c/ El Médico de los Corderos, nº 8 (semisótano).
Puerto del Rosario.
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Cartas al cartero … in corpore insano por Paco Santos

Cartas al cartero
… in corpore insano
POR: Paco Santos PARA: La Revista Mi Pueblo Fuerteventura
el loco PicassoMi querido correligionario:
Puesto que nada le escondo a usted, conoce mejor que nadie las inarmonías y los quebrantos que lastran mi salud, y que me imponen el ritual periódico que a continuación describo:
 Más o menos cada dos lunas guardo en diversos recipientes asépticos y modestos las ofrendas que mi cuerpo tiene a bien libar por vía urinaria (amen de las venas que generosamente ofrezco, una vez llegado al altar del sacrificio, para que me extraigan la vida), y me presento en ese templo que los no iniciados llaman laboratorio. Nunca estoy sólo. Siempre nos reunimos allí un buen número de fieles silenciosos y en ayunas, esperando turno para entregar nuestros fluidos al oráculo que sabrá interpretarlos.
Todos (y no voy a excluirme) escrutamos con el debido disimulo las ofrendas de los demás. Algunos, la mayoría, las envolvemos con pudor en papel de aluminio y bolsas de plástico y vaya a saber, pero hay osados que exhiben sus aportaciones, envaneciéndose de su color y su consistencia. El caso es que a mí siempre me viene a la cabeza esa cita clásica de Juvenal: “Mens sana in corpore sano”, aceptada por el vulgo como dicho popular. Cualquier sentencia de ese cariz esconde un reverso inquietante, que en este caso se expresa mediante la siguiente pregunta: ¿Qué pasa con los cuerpos insanos? ¿Debemos asumir, en honor a Juvenal, que les corresponden mentes insanas?
Sospecho que sí, basándome en las fisonomías de quienes me rodean en la sala de espera, y cuyos gestos delatan conductas criminales o cuanto menos patológicas. ¿Quién puede fiarse de alguien que canturrea distraídamente y sonríe mientras sostiene sus propias heces en el regazo?
Me pregunto si los resultados de las analíticas corroborarán mis impresiones, marcando los altos índices de envidia de aquel caballero, o los niveles anormalmente bajos de autoestima de aquella señorita. ¡Quién sabe si en la analítica de alguno de mis cofrades se indicará un satisfactorio estado de beatitud, o un exceso de chistes malos, o una peligrosa concentración de miedo al futuro en el riego sanguíneo!
En lo que respecta a mi persona, prefiero no dejar constancia escrita de los secretos ocultos en mis fluidos, por si esta misiva que le escribo cayese en manos de extraños.
Devoto de usted, se despide el inquilino de:
c/ El Médico de los Corderos, nº 8 (semisótano).
Puerto del Rosario.
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